La UE aleja los ataques yihadistas de su territorio
El Sahel se ha convertido en la zona más castigada por los terroristas yihadistas
Los atentados yihadistas en suelo europeo muestran este 2019 el mismo retroceso iniciado en 2018. Después de tres años en el que el número de ataques había adquirido niveles nunca vistos anteriormente, este año se han producido únicamente dos acciones que podrían atribuirse a individuos radicalizados en la ideología del salafismo yihadista.
Es una de las principales conclusiones del Informe Semestral de la actividad yihadista en 2019 elaborado por Carlos Igualada en colaboración con Miriam Cisneros a partir de los datos del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo.
Esto no significa que la Unión esté libre del terrorismo islamista pero los atentados en suelo europeo suelen llevarlo a cabo de forma rudimentaria individuos autoradicalizados o adoctrinados por alguien cercano sin apoyo logístico de una organización.
Evidentemente, la probabilidad de que vuelva a darse en cualquier momento un ataque terrorista es alta, ya que el terrorismo «homegrown» ocupa cada vez más un lugar preponderante. Además, están los foreign fighters que quieren volver a sus países de origen (europeos) tras haber combatido en el campo de batalla y obtener un elevado grado de radicalización.
Sin embargo, ha sido el Sahel el mayor foco de actividad yihadista a lo largo de los últimos años. Y la primera parte de 2019 no ha sido una excepción.
Tras su derrota militar en 2018 y la desaparición de su califato yihadista, Daesh comenzó a esparcir su actividad terrorista a escala global. Durante los últimos seis meses -primera mitad de 2019- el número de ataques terroristas es similar al del año anterior: 757 atentados que han ocasionado al menos una víctima.
Afganistán sigue siendo el principal epicentro de actividad a partir de la presencia de los grupos talibán. Por su parte, Irak se ha consolidado como el escenario idóneo para mostrar la vuelta de Daesh a la insurgencia, mientras Siria está sufriendo un importante repunte de actividad yihadista. Esto se debe a una doble motivación: la existencia de células de Daesh compuestas por miembros con el suficiente poder como para seguir cometiendo atentados, y el rebrote que se ha dado como consecuencia de la actividad de Tahrir al Sham.
En África Occidental se ha producido un crecimiento significativo de la violencia ejercida por las organizaciones yihadistas en Burkina Faso, Níger y Chad.
En la primera mitad del presente año se han producido un total de 5.199 víctimas mortales, cifra similar a la del año pasado. La situación de inestabilidad iniciada años atrás principalmente en Mali y Nigeria se ha extendido a los países vecinos, lo que ha permitido que, tanto las organizaciones yihadistas que tradicionalmente operaban sobre estos países, como otras que han ido surgiendo sobre estos nuevos focos, acaben ampliando sus áreas de influencia.
Así, los cinco países con mayor número de víctimas (Afganistán, Siria, Nigeria, Irak y Sri Lanka) reúnen el 67,3% del global.
Daesh ha «delegado» parte de su actividad terrorista en organizaciones afiliadas, como Daesh Central, la estructura del grupo que opera sobre Siria e Irak en una clara demostración de fidelidad al reaparecido al Bagdadi, quien recientemente protagonizó una aparición pública tras varios años de rumores sobre su muerte. También ISWAP, heredera del potencial mostrado por Boko Haram; Al Shabaab, el grupo somalí que ejerce un papel predominante respecto al Estado Islámico en Somalia pese a centrar sus acciones sobre territorio somalí, especialmente Mogadiscio y áreas fronterizas con Kenia;
En total, Daesh ha reivindicado atentados en 24 países: Libia, Túnez, Nigeria, Níger, Chad, Mali, Burkina Faso, Egipto, Congo, Mozambique, Somalia, Siria, Irak, Indonesia, Filipinas, Bangladés, India, Tayikistán, Líbano, Afganistán, Pakistán, Sri Lanka, Arabia Saudí y Rusia. Y en cerca del 75% de las acciones de los grupos talibán son cometidas contra objetivos policiales y militares.
El modus operandi cuando atacan y toman infraestructuras militares como cuarteles o campos de entrenamiento es sencillo: retirarse rápidamente con todo el material militar que allí encuentran, especialmente armas automáticas y vehículos. Y una vez rearmados, vuelta a empezar…