Para frenar el cambio climático hay que dejar de tirar comida

Hoesung Lee, presidente del IPCC dependiente de Naciones Unidas
El freno a la deforestación y la reducción de la producción industrial de carne son medidas contra la crisis climática y de biodiversidad
La degradación medioambiental causará millones de muertes en Asia, Oriente Medio y África.
El nuevo informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas hecho público hoy sostiene que hay que cambiar la dieta para ayudar a parar el cambio climático.
Aún más. La meta del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de 2 grados no podrá lograrse sin cambios en el uso global del suelo y en nuevos hábitos de consumo de alimentos, advierte el informe de Naciones Unidas elaborado durante la 50 sesión del IPCC.
Un informe que, como ha destacado Hoesung Lee, presidente del IPCC, ha sido redactado por primera vez en la historia del organismo por mayoría de autores (el 53%) de países en desarrollo.
El informe destaca que el cambio climático está afectando a los cuatro pilares de la seguridad alimentaria: disponibilidad (rendimiento y producción), acceso (precios y capacidad para obtener alimentos), utilización (nutrición y cocina) y estabilidad (interrupciones en la disponibilidad).
«La seguridad alimentaria se verá cada vez más afectada por el cambio climático a través de la disminución del rendimiento, especialmente en los trópicos, el aumento de los precios, la reducción de la calidad de los nutrientes y las interrupciones de la cadena de suministro», ha dicho Priyadarshi Shukla, copresidente del Grupo de trabajo III del IPCC. «Veremos diferentes efectos en diferentes países, pero habrá impactos más drásticos en los países de bajos ingresos en África, Asia, América Latina y el Caribe», ha añadido.
El informe registra que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos se pierden o desperdician. Las causas de pérdida y desperdicio de alimentos son distintas en los países desarrollados y en desarrollo. Reducir esta pérdida y desperdicio reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero y mejoraría la seguridad alimentaria.
«Algunas opciones dietéticas requieren más tierra y agua y causan más emisiones de gases que atrapan el calor que otras», ha explicado Debra Roberts, copresidenta del Grupo de trabajo II del IPCC, que aboga por «dietas equilibradas con alimentos de origen vegetal, como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras, y alimentos de origen animal producidos de manera sostenible en sistemas con bajas emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el cambio climático».
En definitiva, «el uso más sostenible de la tierra, la reducción del consumo excesivo y el desperdicio de alimentos, la eliminación de la tala y la quema de bosques, la prevención de la recolección excesiva de leña y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero encierran un verdadero potencial, que contribuirá a resolver las cuestiones del cambio climático relacionadas con la tierra».
Los científicos han estudiado por primera vez la relación entre el cambio climático y los usos del suelo. Por un lado han documentado los impactos del cambio climático en el sistema alimentario y en los ecosistemas naturales. Y por otro muestran las soluciones que un uso sostenible del suelo puede proporcionar para contribuir a la mitigación y adaptación al cambio climático y asegurar la seguridad alimentaria.
El informe revela que desde el período preindustrial la temperatura sobre la superficie terrestre ha aumentado 1,53 grados centígrados (°C) en comparación con el promedio global incluyendo la superficie oceánica de un aumento de 0,87 °C. Esta subida de temperatura compromete la seguridad alimentaria y contribuye a la desertificación y a la degradación del planeta.
El IPCC informa de que más de una cuarta parte de la superficie terrestre está sujeta a la degradación inducida por el ser humano; también que hay múltiples soluciones que pueden fomentar tanto la mitigación del cambio climático como la adaptación al mismo, al tiempo que respaldan los objetivos de desarrollo sostenible.
Resalta que la bioenergía, sola o con captura y almacenamiento de carbono (BECCS), presenta altos riesgos para la seguridad alimentaria y la degradación de los ecosistemas.
En esta línea sostiene que las mejores soluciones a largo plazo para combatir la crisis climática son la conservación y restauración de los ecosistemas naturales y la reducción de la producción y el consumo de carne, que se ha más que duplicado en los últimos 60 años.
Hasta el 23% de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero provienen de la deforestación, los incendios forestales y la agricultura. Precisamente para uso agropecuario se han deforestado bosques a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad.
La combinación de estas circunstancias ha dado como resultado que alrededor de 2.000 millones de adultos tienen sobrepeso u obesidad, mientras 821 millones de personas están desnutridos. Esto pone de relieve -en opinión de los expertos- la necesidad de reformar el sistema alimentario mundial. Un sistema que, en su conjunto, incluida la producción y el consumo, representan hasta el 37% del total de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) inducidas por el ser humano.
Claro que un mejor uso de la tierra por sí solo no detendrá el cambio climático. Para frenar la emergencia climática el abandono de combustibles fósiles ha de ir acompañado de una gestión del suelo sostenible y la conservación de los ecosistemas naturales pues amortiguan los peores impactos del cambio climático.
Para Reyes Tirado, científica principal del Laboratorio de Investigación Greenpeace, Universidad de Exeter, «cambiar la forma en que producimos alimentos y lo que comemos protegerá nuestro clima, nuestra biodiversidad y promoverá la seguridad alimentaria». En este sentido, apuesta por «abandonar la ganadería industrial y fomentar modos de producción ganadera ecológica». Tirado cree que «un impulso drástico hacia menos consumo de carne y de lácteos en las dietas es crucial para reducir los impactos del actual sistema alimentario en nuestra salud y en la del planeta».

Maria Helena Semedo, de la FAO
La FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ha celebrado el informe del grupo de expertos sobre el cambio climático porque «se trata de un informe alarmante sobre cómo la degradación sistemática de los suelos, la tala de bosques, la desertificación, las prácticas agrícolas insostenibles y la reducción de la biodiversidad han convertido las tierras en una importante fuente de carbono, poniendo en mayor riesgo nuestra seguridad alimentaria y el medio ambiente».
La subdirectora general de la FAO para Clima y Recursos Naturales, Maria Helena Semedo, admite que resulta inconcebible que alrededor de un tercio de los alimentos producidos se pierda o se desperdicie y que entre un cuarto y un tercio de todas las emisiones de gases de efecto invernadero provengan de la forma en que utilizamos nuestras tierras y producimos y consumimos nuestros alimentos.
La FAO está también preocupada por la advertencia contenida en el informe de que la seguridad alimentaria se verá cada vez más afectada por el futuro cambio climático a través de la disminución de la productividad agrícola y ganadera, sobre todo en los trópicos.
«En un contexto en el que el número de personas subalimentadas sigue creciendo y en el que los modelos económicos y agrícolas prevén un aumento del 29 por ciento en los precios de los cereales en 2050 debido al cambio climático, la FAO espera que el informe incite a la comunidad mundial a ampliar las medidas para adaptarse al cambio climático y mitigar sus efectos», añade Semedo.
La FAO considera que el sector agrícola tiene un gran potencial para almacenar grandes cantidades de carbono en los suelos, bosques y océanos, y en ser más una solución que un problema para hacer frente al cambio climático. Pero para que esto ocurra es vital adoptar sistemas agrícolas más inteligentes e integrados y una mejor gobernanza forestal y planificación del uso de la tierra; y pasar a enfoques que protejan la biodiversidad, utilicen los recursos naturales de forma sostenible y promuevan los servicios ecosistémicos.
La adopción de mejores prácticas en la alimentación del ganado y la gestión del estiércol, así como un mejor uso de tecnologías como los generadores de biogás y los dispositivos que ahorran energía, forman parte también de la transformación hacia una agricultura sostenible y, por lo tanto, de la intensificación de la lucha contra el cambio climático.
Finalmente, «es asimismo crucial seguir dietas diversificadas para garantizar un uso menos intensivo de los recursos naturales».