«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Concha Velasco circa 1991*

3 de diciembre de 2023

El franquismo no solo construyó un Estado nacional, fue capaz de crear un auténtico star system, que hay que decirlo en inglés porque en español de eso no había. Se aprecia claramente al ver cantar a Manolo Escobar en las películas de entonces. Él era nuestro Frank Sinatra y a su lado tenía a la guapísima Concha Velasco, que era guapa de aquí, con una belleza que podía ser mística o yeyé y que lucía arrebatadora con toga negrísima en Juicio de faldas, donde Escobar cantaba los Tanguillos de la defensa con ese gran verso inapelable: «Un borracho no frena y yo frené».

Mi generación (una forma rara de decir «yo») conoció una Concha Velasco consagrada pero cercana por televisiva. Muy a principios de los 90 presentó Viva el Espectáculo, programa de variedades al estilo de entonces. Ya había cumplido los cincuenta años, pero seguía bellísima y era curioso su efecto en el mozalbete férvido y calenturiento porque ahí llevaba el pelo de nuestras abuelas. Un peinado no muy lejos de una Chus Lampreave, de señora de entonces y de siempre, pero con piernas de Cyd Charisse y unos ojos como dos luceros de guardia, que a desmano no quedan pues ella fue Chica de la Cruz Roja, «novia de la primavera» y luego se definió como «guapa, socialista y española». Concha Velasco podía ser una tía-abuela pero estaba tremebunda y esto disparataba el erotismo mancebil en todas direcciones. Ni milfs, ni molfs: Concha Velasco en su penúltima sazón televisiva. Era un clásico y levísimo erotismo berlanguiano de pierna, medias y tacón que despertaba en el pánfilo priápico mirada de experto. El más macaco de los púberes ¿no mira distinto, no mira como señor cuando vislumbra el erotismo de un liguero?

No extraña que Berlanga, para un papel, le hiciera teñirse el pubis de fucsia, cosa que por mor del fetichismo y en aras del consenso entre la afición y sus colores corporativos recomendamos humilde y democráticamente a las feministas (Nuevo Movimiento),  aun a sabiendas de que acabarán siendo ellos, los aliades, los que procedan a la pigmentación.

Desde La Decente (1971), donde también va de negro, hasta Viva el Espectáculo (1991) se produce, de los 30 a los 50 años, el summum de su belleza, lo que ahora llamaríamos su prime. Precisaría un poco más: desde El alma se serena (1970) con Alfredo Landa, ella con 31 años, cuando se pone en bañador y su belleza transita, como el humor con el cambio de década, de lo ingenuo a lo picarón.

En estas horas de homenaje se repite lo gran actriz que fue y lo versátil, pero cómo no iba a serlo, ¡si estaba guapa de todo! De monja, de viuda, de abuela, de madre, de chulapa y hasta de bombera. Concha Velasco fue todas las venus posibles. Todas las edades, matices, romanticismos e idealidades, cercanías, lejanías, dulzuras, furias, espiritualidades y morbideces posibles. ¡Monógamo monumento! ¡Hembra heraclitiana! Diríamos lo que Ronaldo le dijo a Florentino aquella vez: «Con una mujer así yo también me quedo en casa».

Todo lo fue ella y por eso, no ha mucho, dijo esa cosa genial sobre los tres estados de la mujer y el hombre: «He tenido novio, amante y marido. Con el novio no te acuestas, pero te paseas; con el amante te acuestas, pero no te paseas; y con el marido ni te acuestas ni te paseas». ¡Paco se tenía que llamar el hombre afortunado!

* Soy consciente que en la actualidad solo las lesbianas pueden escribir y hablar así, de forma apreciativa, de las mujeres. De modo que transitoriamente y para este textillo me defino como mujer, hombre trans, es decir, exhombre, pero no solo mujer, sino además mujer lesbiana. Soy exhombre lesbiano y desde esa posición sí puedo dedicarle mi rendido homenaje subyugado a doña Concha Velasco, que en gloria esté.

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