«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Es la Preysler una abuelicida?

18 de abril de 2016

Mientras la gente de bien se deleitaba en un lúdico y despreocupado fin de semana en el Real de la feria poniéndose hasta las cejas de fino, jamón y pescaito, a mis amigos no se les ocurrió otra cosa que jugar a las comediasrevelacióndelañofrancesas como si para ser amigos hubiera que fingir todo el rato ser los estereotipos de «Friends» o de «Pequeñas mentiras sin importancia» (juerguista descerebrado , solterona neurótica, frívola materialista, intelectual nihilista, ligón cabeza de chorlito y alguien lo suficientemente anodino como para no ser ni alto, ni bajo, ni gordo, ni flaco, ni feo, ni guapo… pero cuya presencia en el grupo sea el pegamento imprescindible para que nada termine saltando irremediablemente por los aires).

Como cualquier miembro del clan Matamoros nos autoimpusimos la tortura de encerrarnos en una casita en Verbier… que si la reproducción del topo en Alaska, que si los derechos de los embriones en la maternidad subrogada o los mejores trucos para hilvanar unas jaretas en una falda de tul tupida. Conversaciones estériles.

Acabamos de la única manera posible: 

– Le dejé porque descubrí que era ex gordo 

Declaración a bocajarro de la neurótica sobre su ex novio, más compungida por la astenia primaveral que por la ruptura en sí.
La aséptica explicación a tan turbulento fin del romance nos dejó a todos la mar de satisfechos, tan esclarecedora para el grupo que sólo tan intima comprensión puso de relieve la inutilidad del fin de semana unelazos como absolutamente accesorio.

Llegados a este punto del relato sería necesario como narradora responsable que introdujera una nota aclaratoria:
*tenía la interfecta desengañada una tía abuela – casada en terceras nupcias con un pez gordo cuya báscula coqueteaba con los 130 kilos – que afirmaba sin ningún género de dudas que sólo hay cuatro tipos de hombres con los que una nunca debería casarse ni siquiera en un arranque de enajenación transitoria: un ex rico, un ex gordo, un exseminarista y un ex maricón. Sus complejos, decía la erudita, arrastrarían a cualquier mujer por el fango.

Me ahorraré la explicación sobre los nuevos pobres por evidente, vayamos a los ex gordos: donde tú ves fantasías libidinosas en las costillas chorreantes de grasa del Fridays, él verá años y años de bullying escolar y vuestras noches se convertirán en una vorágine de acelgas rehogadas para que no se le cierren los chakras y poder llegar lozano a su running break de 12 km diarios. Un gordo, seboso incluso, good deal, un ex gordo, no way.

Miren si no a la Preysler, experta en esto de pasar por el altar: 
-cantante, delgado, rico: clinc
– marques, rico, proporcionado: clinc
⁃ delgado, ministro, rico, socialista: clinc 
⁃ escritor, Nobel, delgado, octogenario: Bingo! 
¿Podemos por ello concluir que es la Preysler una abuelicida como apuntan desde medios malintencionados y sensacionalistas?

Abuelicida: dícese de EstheresDoñas de la vida o WendiDengs del universo acostumbradas a conquistar a maduritos de la tercera edad a las que a veces injustamente se tacha de cazafortunas.

¿Es acaso esta casual circunstancia condenable? ¿Es acaso un crimen mayor el querer atiborrarse a perdices en Horcher antes que resignarse a la aterradora perspectiva de sobrevivir a base de quinoa?

La abuela de mi amiga jamás se pronunció al respecto, pero sí puedo aventurar lo que habría pensado de los hábitos maritales de la fallecida Duquesa de Alba, más proclive a que cometieran con ella abuelicidio y quien desoyendo el más básico de los consejos a la hora de elegir marido se casó con un seminarista del que tampoco estaban claras sus preferencias sexuales.

A mi amiga le dijimos que su ruptura era la decisión más sensata de su desastroso historial amorosoafectivo y al final el finde en Verbier resultó ser de lo más provechoso.

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